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Clama a mí y yo te responderé

Jeremías era un profeta de Dios y sus profecías sobre la victoria de los babilonios no habían sido bien recibidas por el rey Sedequías. Por esa razón, Jeremías se encontraba preso en el patio de la cárcel. Pero Jeremías sabía adónde acudir en sus momentos de dificultad: él clamó al Señor y se detuvo a escuchar su voz.

La palabra del Señor vino a Jeremías por segunda vez, cuando este aún se hallaba preso en el patio de la guardia: «Así dice aquel cuyo nombre es el Señor, el que hizo la tierra, y la formó y la estableció con firmeza: “Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes.”»
(Jeremías 33:1-3)

La situación en la que se encontraba el pueblo de Israel en ese momento era delicada. Estaban bajo el asedio de Babilonia y no había escapatoria. Con el tiempo la nación sería restaurada, pero primero pasarían por el cumplimiento del juicio que Dios había pronunciado sobre ellos. El pueblo había dado la espalda a Dios, no había escuchado sus advertencias ni su llamado al arrepentimiento y ahora vivía las consecuencias.

Dios conocía el corazón de su siervo Jeremías y le habló palabras de ánimo y esperanza. Primero (versículo 2), Dios le recordó a Jeremías quién era él: el Dios creador y todopoderoso. Luego, Dios animó a Jeremías a compartir su carga con él, a expresarle aquello que ocupaba su corazón. Por último, Dios le aseguró a Jeremías que respondería a su clamor y hasta traería nueva revelación a su vida.

 

Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes.
(Jeremías 33:3)

 

Como Jeremías, tú también puedes acudir a Dios en cualquier momento, incluso en tiempos de dificultad. Clamar a Dios es hablar y compartir con él lo que te preocupa o aflige para pedir su intervención. Al clamar a Dios puedes sentir la libertad de vaciar tu corazón ante él. No hay nada que le puedas decir a Dios que lo tome por sorpresa. Él conoce tu corazón y sabe lo que te sucede, pero anhela escuchar tu voz y que compartas tus situaciones con él.
Al clamar a Dios:
1. Recuerda quién es él

Trae a tu mente promesas de la Biblia y versículos que hablan sobre el poder de Dios y el cuidado que él tiene para sus hijos. Recuerda experiencias que has tenido con el Señor en las que has visto su poder en acción. No permitas que tus problemas opaquen la realidad de la grandeza y el poder de Dios.
2. Lleva tus cargas ante el Señor

Háblale a Dios con sinceridad, cuéntale todo lo que te sucede. Lleva tus problemas ante él y dile cómo te sientes.
3. Presta atención a lo que Dios te dice

Toma tiempo para escuchar a Dios. Puedes anotar los versículos bíblicos que vengan a tu mente o frases que sientas que vienen del Señor. Pide la dirección del Espíritu Santo.

Está atento a lo que Dios te quiere revelar sobre tu situación o sobre otras cosas. Muchas veces descubrimos nuestro potencial y nuevos dones cuando nos encontramos en medio de situaciones retadoras. Pídele a Dios valentía para tomar los pasos que él te indique. Tu vida está en sus manos y con su ayuda lograrás salir adelante.

Versículos sobre clamar a Dios

En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!
(Salmo 18:6)

Atiende, Señor, a mis palabras; toma en cuenta mis gemidos.
Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria.
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor;
por la mañana te presento mis ruegos,
y quedo a la espera de tu respuesta.
(Salmo 5:1-3)

Escucha, oh Dios, mi oración; no pases por alto mi súplica.
(Salmo 55:1)

Pero yo clamaré a Dios, y el Señor me salvará.
Mañana, tarde y noche clamo angustiado, y él me escucha.
Aunque son muchos los que me combaten,
él me rescata, me salva la vida en la batalla que se libra contra mí.
(Salmo 55:16-18)

Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.
(1 Juan 5:14)

Este pobre clamó, y el Señor le oyó y lo libró de todas sus angustias.
(Salmo 34:6)

Los justos claman, y el Señor los oye;
los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón,
y salva a los de espíritu abatido.
(Salmo 34:17-18)

En su angustia clamaron al Señor, y él los libró de su aflicción.
(Salmo 107:6)

Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser.
Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios?
(Salmo 42:1-2)

A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche.
(Salmo 77:1)

A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo.
Escucha, Señor, mi voz.
Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.
(Salmo 130:1-2)

Señor, Dios de mi salvación, día y noche clamo en presencia tuya.
Que llegue ante ti mi oración; dígnate escuchar mi súplica.
(Salmo 88:1-2)

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