l 7 de octubre del año pasado, comenzó la ejecución del plan actual de la nueva gran guerra en Oriente Próximo, como si con las anteriores no hubiera sido suficiente. Nadie ha explicado aún las razones del total fracaso de uno de los mejores servicios de inteligencia del mundo, que no pudo impedir la invasión de Hamás desde Gaza ni tampoco las largas horas y días de parálisis de las autoridades israelíes cuando los criminales armados entraron desde el otro lado del muro, masacrando civiles. Al principio hubo tanto morbo con los detalles espeluznantes, después, algunas tímidas desmentidas de estos detalles. Luego, variadas excusas y versiones, pero hasta hoy ninguna explicación convincente. Ni siquiera hay pruebas de que todos los victimarios fueran de Hamás (varios sin duda, pero realmente ¿todos?).
¿A quién le beneficiaba?, ¿quién estaba detrás y cuál era el objetivo final del ataque del 7 de octubre de 2023? ¿Le convenía solo a Netanyahu y a nadie más? Desde los primeros minutos de la tragedia, no hacía falta ser Casandra para predecir la inminente destrucción de Gaza por parte de Israel ni la matanza de decenas de miles de civiles en Palestina, Siria, Líbano y otros países que poco o nada tienen que ver con lo del 7 de octubre. Como respuesta, a las horas de atrocidades por parte del grupo armado, se entregó todo un año de barbarie oficial de parte de un Ejército moderno, que durante décadas estuvo practicando una política de genocidio bajo el lema favorito de buena parte de la población israelí, influenciada por la televisión sionista: ‘un árabe bueno es un árabe muerto’.
También aparecieron cosas aún más predecibles, como la acostumbrada impotencia de la ONU, fundadora del Estado de Israel, y que recientemente fue acusada por su propia obra maestra (Israel), de «organización antisemita», con la prohibición expresa a su secretario general de pisar la ‘Tierra Santa’. La hipocresía de los gobiernos ‘progresistas’ del mundo, que a nivel mediático siempre han sido tan críticos con los crímenes de Israel, pero que en sus prácticas económicas son obedientes de EE.UU. y otorgan cero sanciones internacionales contra el régimen asesino. En la tragedia del Oriente Medio entre mil secretos, confusiones y dudas, existe por lo menos una verdad que es totalmente clara: sin el consentimiento incondicional y explícito de Washington, Israel no dispararía ni una sola bala.
No existen personas ni naciones más crueles que aquellas a las que se les ha convencido de que son las víctimas de la historia, porque así se consideran con el derecho de evadir cualquier tipo de responsabilidad sobre sus actos. Oriente Medio es el ejemplo más claro de ello. Los verdugos de civiles de ambos bandos salen a matar poniéndose el letrero de víctimas.
¿Quién está realmente detrás de los acontecimientos del 7 de octubre de 2023?
Hasta ahora, Estados Unidos necesitaba a Israel como su portaaviones inhundible en la región petrolera de mayor importancia estratégica, donde aparte de eso le era esencial garantizar el control de la orilla oriental del Mediterráneo. En un mundo que está cambiando drásticamente en los últimos años, ¿qué tanto necesitarán mañana a Israel sus actuales dueños? En la búsqueda de una nueva alianza mundial contra China, las fuerzas globalistas podrían reconsiderar rápida e inesperadamente sus alianzas regionales tradicionales.
Entonces, en lugar del sueño nazi del ‘árabe muerto’ (la primera palabra puede ser fácilmente reemplazada por ‘ruso’, ‘judío’ o cualquier otro pueblo, etnia, religión o condición humana), desde el mismo lugar en el mapamundi de la infamia, inevitablemente vendría la principal pregunta de todos los hipócritas del mundo: ‘¿Pero, y nosotros qué hicimos para merecer eso?’.
Aparte del asesinato diario de decenas y de cientos de seres humanos, civiles en su inmensa mayoría, y además del enorme riesgo que una nueva guerra de gran envergadura y consecuencias impredecibles está provocando el Gobierno israelí, hay otro tema mundialmente grave. Un casi inevitable crecimiento del antisemitismo en todo el mundo, donde los pueblos idiotizados con la agenda cultural y educativa del neoliberalismo, en su creciente desesperación y desideologización cada vez con más facilidad, cae en las trampas de los nacionalismos, tendidos por el poder global para dividir y controlarnos.
Ahora será muy fácil acusar por los crímenes militares de Israel a todo el pueblo judío, sacando de los sótanos del pasado ‘Los protocolos de los sabios de Sion’ y cualquier otra basura nazi. Y para la cúpula gobernante israelí, que suele acusar de antisemitismo a cualquier crítico de sus delitos, sería un sueño convertido en realidad que todo el mundo fuera antisemita de verdad.
Por eso es tan importante la resistencia de las personas, movimientos y organizaciones judías de todo el mundo a esas políticas genocidas del Gobierno de Israel. Las palabras ‘no en mi nombre’ abren la brecha en el muro de la encerrona medioriental, salvaguardando la esperanza de que puede haber nuevas generaciones de pueblos hermanos semitas que se salven de ese destino fatal de tener que nacer bajo bombas y misiles.
En Israel, donde se hablaba tanto de los justos de otros pueblos que en tiempos del Holocausto salvaban a los judíos, está llegando el tiempo de que aparezcan los justos judíos que tendrán que salvar los restos del honor de su pueblo. Y no solamente en Israel, es necesario que sea en todo el mundo.
Un estudioso de las realidades de Oriente Medio, el ensayista y profesor emérito de historia de la Universidad de Montreal Yakov Rabkin explica: «La identificación del judaísmo con el sionismo, de los judíos con Israel y de sus políticas hacia los palestinos, incita a menudo al antisemitismo. Israel lo promueve activamente, proclamándose oficialmente ‘el Estado del pueblo judío’, aunque la mitad de los judíos del mundo no viven allí y cada vez más jóvenes judíos no quieren tener nada que ver con él.
Las fuerzas proisraelíes de varios países utilizan la confusión de estos conceptos para desacreditar las críticas a Israel, tachándolas de antisemitismo. Al expresar su solidaridad con Israel como judíos, muchas personas exacerban esta confusión y provocan involuntariamente reacciones antisemitas. Toman una opción política -el apoyo a un Estado en Asia Occidental- como una característica indispensable de la judeidad e incluso del judaísmo. Considerar que todo judío es sionista o israelí es un error. Y cuando Israel lleva a cabo otra acción militar contra los palestinos, esta confusión es peligrosa».
En este momento histórico tan decisivo y frágil, en un pequeño territorio que fue la cuna de las tres grandes religiones del mundo, el ser humano quedó atrapado en las peligrosas contradicciones de su propia civilización, que buscó fuentes de espiritualidad justamente entre estas piedras. Los fanatismos de la fe, el consumismo desenfrenado, la lógica colonial y el afán belicista de los privilegiados trazan el camino de la guerra, tan acostumbrado por siglos y siglos. El mayor milagro de las tres religiones juntas sería el despertar de la divina capacidad humana para detener esta guerra, ya vendida, comprada y anunciada.
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